Javier Cámara
FUENTE: revista Pandora
Si hiciéramos una lista de “chicos Almodóvar” (refiriéndonos al director Pedro Almodóvar), seguro encontraríamos a Javier Cámara en ella.
Su carrera en la pantalla grande inició en 1993, a la edad de 26 años. Quizá entonces, Javier no sabía que prestaría su talento como actor, a grandes producciones españolas. Lo hemos visto en Hable con ella, en La mala educación, compartiendo escenario con Gael García; en La vida secreta de las palabras, Lucía y el sexo y en Que se mueran los feos, por sólo mencionar algunos títulos dentro de su resumé. Este 2013 será uno de los años más grandes que tendrá en su carrera.
Cuatro producciones verán la luz: Los amantes pasajeros de Almodóvar; Ayer no termina nunca de Isabel Coixet, Una pistola en cada mano de Cesc Gay y La vida inesperada de Jorge Torregrossa, y en sus pósteres veremos el nombre de Javier. “Cuando veo mi nombre en los pósteres de las películas en las que actúo pienso en el trabajo que he realizado para llegar hasta aquí, en la cantidad de gente que está sufriendo la crisis en mi país y en hacer las cosas mejor para que la gente siga amando nuestro cine y se sienta orgullosa de su cultura”, nos cuenta.
A dos meses del estreno internacional de Los amantes pasajeros y en pleno del rodaje de La vida inesperada, Javier charla con nosotros sobre estos filmes, su relación con los directores y su vida como actor.
Dago Sánchez. Te la pasas trabajando constantemente, ¿cómo haces para distribuir tu tiempo?
Javier Cámara. No paso la vida así. Parece, porque algunas veces se acumulan los estrenos de ciertos rodajes que han sido realizados hace tiempo. Necesito tomar tiempo entre una cosa y otra, aunque pensándolo bien, llevas razón, este último año está siendo una locura.
DS. En este año apareces en cuatro filmes que están dando mucho de qué hablar. ¿Qué sientes al ver tu nombre en los pósteres de dichas películas?
JC. Por eso lo decía, me acabo de dar cuenta de que cuatro películas se están estrenando casi a la vez y sigo rodando La vida inesperada, en NY.
Pienso en el trabajo que he realizado para llegar hasta aquí, en la cantidad de gente que está sufriendo la crisis en mi país y en hacer las cosas mejor para que la gente siga amando nuestro cine y se sienta orgullosa de su cultura.
DS. Luego de vivir la experiencia de la filmación Los amantes pasajeros, ¿cómo te va con los vuelos a la hora de salir de tu país?
JC. No me gustan las fronteras. Me disgustan sobremanera. Me pone de nervios pasar cualquiera de ellas. Los impedimentos, los problemas, el papeleo… me gustaría que fuera más fácil comunicarnos con todos. Mezclarnos.
Que todo se diluyera un poco o al menos que no tuviéramos que defendernos frente al ataque de otros, sino que disfrutáramos de lo que está dispuesto a compartir. Los vuelos, espero que sean más divertidos cuando reconozcan a los azafatos de este vuelo tan alocado y disparatado.
DS. ¿Qué harías si te tocara vivir la situación de la película?
JC. Confío mucho en la bondad y el buen hacer de los pilotos (risas). Quiero decir que nunca me planteo al subir a un avión que algo grave puede pasar, porque no me subo, pero si pasase y hubiera una tripulación como la nuestra, me dejaría llevar y me tomaría todo lo que me dijeran sin rechistar. ¡Ah!, y les pediría todo el repertorio de canciones (risas).
DS. ¿Cómo definirías a Pedro Almodóvar?
JC. Es un narrador visceral. Encontró el formato del cine donde se ha convertido en un maestro a nivel mundial, pero si no existiera el cine hubiera encontrado otro vehículo para contar sus historias. Historias que obligan a ser contadas.
Tiene una necesidad de contarlas, una pasión y urgencia que son sorprendentes. Mastica cada historia durante años en su cabeza para que una vez lista sienta imperativamente la necesidad de hacerla volar sola.
DS. ¿Cuál es la diferencia entre ser dirigido por una mujer, en este caso Isabel Coixet; y un hombre, Pedro Almodóvar?
JC. A nivel de género no existe ninguna diferencia al rodar con alguien, al menos para mí. Me preguntas por dos de las personas que tienen universos únicos y tremendamente personales en el cine de hoy en España.
La suerte es poder rodar con ellos y como ha sido en mi caso, repetir. Admiro mucho a los dos. Son artistas, creadores con su propio punto de vista con los cuales se ven reflejados mucha gente de lugares muy diversos. Es un honor ser un eslabón en sus historias.
DS. ¿Qué es lo más difícil de ser actor?
JC. Pues eso, imagino, contar las historias de otros, ayudarles a hacer posible su milagro. Intento escuchar, sentir qué es lo que quieren de mí para poner en el personaje. O qué me tengo que inventar para hacerlo vivir. Me gusta la magia de este trabajo, su religión, su misterio.
Hacer que unas líneas en un guión se conviertan en realidad, en movimiento, en respiración y que parezcan vida. Por mucho maquillaje, efectos especiales, decorados, glamour… el resultado final tiene que emocionar, causar sorpresa, agitar.
Los actores son seres especiales, como lo son los músicos, los bailarines, los cantantes. Cuentan historias, las viven, las respiran para que los demás sientan que los milagros existen.
DS. ¿Has venido a República Dominicana?
JC. Pues no he ido nunca, estuve cerquita, en Cuba, rodando. Espero oficialmente me inviten (risas).
DS. Has sido varias veces nominado a los Premios Goya. ¿Por qué crees que aún no lo has ganado?
JC. Los premios no los ganas, te los conceden. Quiero decir, todos los que optan se lo merecen, pero se lo dan a uno. Aun así, me haría mucha ilusión recibir el Goya, el máximo galardón de mi país, España. No hay que perseguirlo, no se deja agarrar tan fácilmente.