Iván García Guerra
Iván García Guerra, está a la espera de la publicación de dos de sus libros, los cuales son “Manual de Actuación Teatral” y “Manual de Dramaturgia”. Para esta entrevista nos servimos como nota bibliográfica a un trabajo realizado por la crítica de arte mexicana Avelina Lesper. El maestro Iván García Guerra antes de contestar la entrevista leyó el trabajo y expresó lo siguiente: “He leído el trabajo a que te refieres y estoy de acuerdo con la mayoría de las críticas que hace. Pero, observa, él se refiere solamente a la contemporaneidad de este momento, no al concepto temporal que es la base del término. Algo similar sucede con la adjetivación tan de moda, “postmodernismo”.
La cual tiene dos lecturas: una anclada en la definición del arte de determinada época ya periclitada (“el modernismo”, lo cual es expresión del egoísmo, el orgullo o la prepotencia de los artistas del inicio del siglo XX), y otra, la correcta, que carece de lógica gramatical, pues lo post moderno es lo que viene después del ahora, o sea lo que no ha sucedido, el “futurismo”. Lo contemporáneo es lo que ha sucedido en el tiempo en que se produce (sea éste el del Grecia Clásica o el de nuestro siglo XXI) y lo moderno aquello que expresa la realidad de ese determinado momento”.
Reinaldo del Orbe: “Pregunta capciosa” ¿Puede darme una definición definitiva de lo que es teatro contemporáneo?
Iván García Guerra: El diccionario de la Real Academia, el cual, nos guste o no, sigue estableciendo las reglas de las palabras en el idioma español, se refiere a que Contemporáneo como:1. adj. Existente en el mismo tiempo que otra persona o cosa; 2. adj. Perteneciente o relativo al tiempo o época en que se vive; 3. adj. Perteneciente o relativo a la Edad Contemporánea. Lo cual se tradue “a lo cronológicamente simultáneo, lo que existe al mismo tiempo que algo tomado como referencia”.
O sea que tú, al igual que yo y los demás de este tiempo, pertenecemos a la contemporaneidad, y lo fuimos desde que nacimos y lo seremos hasta que muramos. Lo que escribes, entonces es contemporáneo, aunque siga patrones añejos o super-vanguardistas, como te refieres a tus presentaciones; podemos decir que tu estilo es experimental o “démodée”, mas eso no alterará tu real colocación en el tiempo.
“Nuestro” teatro contemporáneo tiene variadas formas de expresión: algunas anticuadas que son del gusto de grandes mayorías que se mantienen al margen del avance intelectivo de la humanidad; otras, de aceptación un tanto escasa, las cuales adoptan los logros evolutivos del teatro dentro de cierto formalismo: y una tercera, a la cual seguramente quieres referirte, constituida por el necesario afán experimentador.
A ese teatro al que tú te refieres como contemporáneo, con cierta injusta exclusividad, no podemos considerarlo como bloque y necesitaría de mucho tiempo o espacio para desmenuzarlo. Pero intentaré, a grandes rasgos, referirme a tu cuestionamiento: aunque queramos considerar positivo todo intento de cambio, no podemos pasarle por arriba a los elementos constitutivos básicos de la disciplina que nos ocupa.
Sirva como ejemplo un intento bastante defendido por varios cultores de que “se puede prescindir de la palabra en el teatro”, cuando ésta es una de las reglas medulares de este arte: sin texto será pantomima, danza, “happening” o lo que se quiera, pero no teatro. Por suerte, aunque muchos piensen que es por desgracia, hay reglas inviolables, no todo lo que imaginamos es factible dentro de una actividad específica, ya que estas son partes definitorias de ella. Muchos de los intentos, productos de la ignorancia o del simple empeño en trascender, más bien que hacer bien, resultan en perjuicio de nuestro arte, y resultante consecuencia de no poder cumplir adecuadamente los requisitos cualitativos inherentes del oficio.
RO: ¿Considera usted que el teatro “contemporáneo” se esfuerza de una manera férrea en anular el recurso de lo que puede ser obvio o casi plausible por mera rebeldía?
IG: Hay mucho de rebeldía en lo que dices; pero es preciso definir también qué es ser rebelde, para intentar así poder llegar a conclusiones. Se supone que uno se rebela contra algo específico o no hay rebeldía sino caos. A manera de ejemplo, yo me opongo a la injusticia porque conozco lo que se considera justo e injusto. Y, siguiendo esa premisa, ¿puedo considerar rebelde al delincuente aunque éste sea víctima o producto de la injusticia social? Se me antoja que no y aseguro que tengo razón: él no se rebela contra lo mal hecho sino que contribuye desastrosamente al desafuero imperante.
Aplica esto, entonces, al esfuerzo férreo de “anular” en el teatro lo que sea por “mera rebeldía”. El sentido se bambolea y probablemente hace daño a lo que deberíamos defender. Una corta anécdota ilustrativa: cuando los de mi generación aparecimos en el arte nacional consideramos que los cultores que nos precedían eran acartonados y por lo tanto falsos. Nos rebelamos entonces ante aquel estilo de actuación, investigamos, nos encontramos con Stanislavski, lo estudiamos, lo aplicamos según nuestras fuerzas, y fuimos orgánicos y reales. Sabíamos lo que intentábamos cambiar y lo logramos. ¿Qué están intentando cambiar los “guerrilleros” de la actualidad? ¿Lo saben? ¿Qué consiguen o no pueden conseguir?
RO: Muchos críticos de arte dicen que los contemporáneos tienen 100 años haciendo lo mismo, por ende su arte está estancada sin evolucionar ¿Considera eso cierto?
IG: Ojala fueran muchos los que lo dijeran; pero en nuestro ambiente tenemos sólo dos que conocen lo que critican. Sí. Estoy de acuerdo con esa opinión. Impulsados por los avances científicos y sociales del mundo de entonces, hubo una importante reacción substancial y formal en el arte de los primeros cincuenta años del siglo XX. Muchos de los cambios lograron honestamente su ciudadanía y beneficiosa permanencia; demasiados otros sólo lograron “epater le burgeois” (darle patadas al Burgúes), algo divertido si se quiere, pero fugaz por esencia. Des graciadamente son estas travesuras las que han establecido el anclaje que mencionaste.
RO: Si dice que el arte contemporáneo carece de rigor, y es demasiado permisivo, en consecuencia a esto, ¿Puede ser el arte contemporáneo ser la cueva de aquellos con escasas habilidades?
IG: A lo de “escasas habilidades” ya me referí delicadamente más arriba. Sin duda, en la mayoría, la permisividad reboza los límites beneficiosos para el arte y la sociedad, y la falta de rigor es una letal enfermedad contagiada del falso populismo que abarata nuestros tiempos, fruto de un requisito del poder económico para poder seguir disponiendo de nuestras voluntades. No podemos olvidar que, por mencionar algunos casos, las tragedias griegas, Lope de Vega, Shakespeare y Franklin Domínguez fueron y hasta son populares.
RO: La palabra “contemporáneo” es considerada por muchos tendencia a lo fácil porque no siempre exige grandes habilidades, por ende ¿Puede el arte contemporáneo ser la palabra cliché para justificar vagancias o improperios artísticos?
IG: No me gusta ser extremista, por lo cual me quedo con que la palabra contemporáneo “es considerada, por muchos, tendencia a lo fácil” ya que “no siempre exige grandes habilidades”. Pero no aseguro que es “la palabra cliché para justificar vagancias o improperios artísticos”. Hay casos en que sí; hay otros en que es simplemente primitivismo o ignorancia.
RO: Cuando el público no entiende una obra de teatro de este tipo. ¿Juzgamos al público por su escaso intelecto y juzgamos a los creadores por su afán de hacer incomprensible hasta el más mínimo detalle?
IG: Ambas interpretaciones pueden ser acertadas: hay públicos no preparados para algún tipo de arte o del arte en general, y hay creadores que se creen superiores si logran expresarse de manera ininteligible, olvidando que una de las funciones fundamentales del arte es comunicar. Contra lo primero, educación, y toma mucho tiempo aun haciéndolo en forma consciente y correcta; para lo segundo, ¡bueno!, creo que el tiempo el señor Cronos o Saturno, se encargará de ellos; mientras tanto hacen mucho daño disminuyendo la asistencia del público a los espectáculos.
RO: Los artistas emergentes, muchos dommies y sin escuela, crean afrentas contra la institución y dicen que las academias de arte ya no son necesarias. ¿Realmente sería bueno para el arte en general la no existencia de las academias como algunos como tal proponen, o será que este tipo de arte contemporáneo propone que el artista nace, no se hace?
IG: Hay academias y hay otras cosas que osan denominarse como tal. Estas últimas contribuyen al desorden imperante; pero en las primeras se han desarrollado y pulido casi todos los grandes de cualquier tiempo. Por supuesto que donde la naturaleza no puso, la enseñanza no puede agregar, pero si éstas están bien fundamentadas les concederán a los diletantes no sólo conocimientos que no se encuentran dispersos por la calle, sino, y es muy importante, orden y metodología. La sabiduría popular no tiene razón cuando dice que “para muestra basta un botón”. Por supuesto, una institución puede ser suplida por un MAESTRO, de los que se escriben con mayúscula.
RO: En el teatro contemporáneo, los elementos escénicos se intervienen. Aquello que Avelina Lésper llama: “Objeto encontrado” “Objeto intervenido”, pero no se percibe el interés de crear un elemento singular, como aquellas máquinas Dadaístas. ¿Cree usted que en este caso aplica llamar fácil a lo contemporáneo?
IG: Sin interés de ofender a la crítica y maestra de críticos Avelina Lésper, debo decir que sus formulaciones me parecen ser parcializadas y fanatizadas. Y tan pronto se pierde el equilibrio se lesiona la objetividad. Una opinión crítica debe estar forjada por la ecuanimidad y el respeto a la propuesta criticada. En otro caso se convierte también una maquina dadaísta.
RO: ¿Si todos trabajamos para un montaje final, este cambio en el teatro de considerar más importante el “proceso creativo” que el “montaje final”, puede considerarse válido, aún a expensas de que el público está en la cúspide de la pirámide?
IG: Algo más sobre la quinta pata del gato, el pretender que con palabras y formulas insustentadas se puede alcanzar algún objetivo. Si el “proceso creativo” no es el indicado, el “montaje final” en un alto porcentaje tenderá a ser malo, y en algunas ocasiones un trabajo de preparación deficiente podrá lograr buenos resultados dependiendo del material en juego (texto, actores, técnicos).
Pero aparte de esto, y es lo vital, ese enunciado conspira contra la esencia misma del arte, a la cual ya nos referimos: “co mu ni ca ción”. Si no resulta la comunicación es imposible hablar de arte. Una hoja de papel es una hoja de papel hasta que escribes o dibujas o gracias al origami lo conviertes en algo inteligente. Poco importa si te fue fácil o trabajoso, si lo hiciste en segundos o te tomo días. Lo importante es el resultado.
RO: Si realmente el arte contemporáneo es el predominante, ¿Por qué sus secuaces tienden a la manía de autodefensa pública en csimposios temáticos al mismo, o será que su predominación es realmente una farsa, y aún estamos regidos por las leyes que crearon las viejas glorias?
IG: El artista, generalmente, es inseguro, caprichoso, orgulloso y “flamboyanesco”. Siempre cree tener razón y se le hace difícil sino imposible pensar que otro puede tener razón. Esas cualidades o defectos bien pueden ser pábilo de la manía de autodefensa. Muchas veces inconscientemente y hasta de manera tristemente consciente, defienden como certezas las que reconocen sus mentiras, como una maniobra de desesperada sobrevivencia. De otra manera estarían reconociendo las deficiencias que todos tenemos, ya que la perfección no existe.
Lo que sucede con las “viejas glorias” es que ya ellos demostraron y siguen demostrando su calidad, y los prospectos de noveles éxitos aún tienen que lograrlo, aunque se con intricadas y vacuas teorías indemostrables. Hace unos meses escribí dos artículos sobre estos temas para internet, sin citar ni sugerir nombres ni personas específicas: “El teatro está enfermo” e “Ig no ran cia”, y de repente me convertí en el blanco de todo tipo de proyectiles que, sin justificar las posiciones ni los hechos, se defendían de manera hasta insultantes. Espero que con estas líneas no se repita el expediente.