Cine hecho en erre dé: la cantidad va primero

¿Qué cómo yo veo el cine hecho en dominicana? Bueno… ¿Tienen tres semanas para hablar? Okey, trataré de reducir mis pensamientos.

Lo primero es que yo veo con buenos ojos que ya empiece a pensarse en esto como una industria: que hayan técnicos cada vez más capacitados, que se haya pensado en una ley que promueva la actividad fílmica (aunque yo pienso más que eso es para buscar inversionistas de fuera, pero esa es otra cosa) en el país y sobre todo que la filmografía dominicana esté creciendo a ritmo de unas tres o cuatro producciones por año. Cantidad. Siempre hablamos de cantidad primero. La calidad necesariamente tendrá que venir después. De hecho, yo creo que la cantidad es necesaria porque nuestros técnicos tienen que llevar comida a la mesa de sus casas. Por eso cualquier producción criolla (incluyendo –sobre todo- las de Roberto Angel) tiene su mérito y es aplaudible.

Dicho esto, procedo: En el Cine Dominicano las cosas siempre han sido cuestión de momentos y “booms”. Desde “La Silla” no se había hecho nada hasta que en 1985 un grupo de soñadores encabezados por Agliberto Meléndez decidió filmar “Pasaje de ida”, el que para mí sigue siendo el mejor film de factura local. Sin embargo, una pieza como esa no se vuelve a filmar en este país. ¿Por qué? En ese momento nadie estaba pensando en ganar dinero, sino simplemente en hacer una película. No es que esté mal ganar dinero, pero ese tipo de idealismo ya no existe mucho. Los tiempos han cambiado.

En el intermedio es muy poco lo que se puede hallar. Yo tengo recuerdos vagos de un afiche (hecho a mano) de “Tráfico de Niños” (la primera película de Alfonso Rodríguez) en Cinema Centro del Malecón, en los mismos días que proyectaban “Ruskies”, una película que ya habían presentado hasta la saciedad en Disney Channel. Por cierto, ¿alguien tendrá ese largometraje? A mí me interesa verlo. Saltamos entonces al segundo soñador: Ángel Muñiz, quien aceita la maquinaria y le da inicio con “Nueba Yol: por fin llegó Balbuena” en 1997. Quienes éramos muy pequeños para ver “Un pasaje de ida” (yo no pude verla hasta hace dos años, con todo y que se reeditó para el cine en 2003) descubrimos el encanto de vernos reflejados en la pantalla grande. ¡Por fin poder ir a Palacio del Cine y ver el Kilómetro 9 de la Autopista Duarte proyectado, aunque fuera para mostrar ese gran letrero de Café Mamá Inés en la secuencia-para-salir-de-los-patrocinadores!

Entonces vino el primer boom serio: de esa época recuerdo producciones como “Cuatro hombres y un ataúd”, “Víctimas del poder” y la película que tuvo tres versiones y un viaje de pleitos (“Para vivir o morir” que después fue relanzada como “jugada final” y al final una tercera versión con “Basta ya”). Vino entonces el blof. No todas fueron éxitos comerciales (ni siquiera “Nueba Yol 3: Bajo la nueva ley”, que –al tener la oportunidad de verla hace unos meses- comprendí que nunca debió de torcerse el guion para una secuela solo porque la película funcionó la primera vez). Explotó la burbuja. Y solo el cine documental de René Fortunato (que desde “Abril: la trinchera del honor” demostró que a los dominicanos nos interesa el género tanto como para llenar las salas si el tema nos llama la atención) nos da de qué hablar.

Aquí entonces hay que hablar del segundo momento: “Perico Ripiao” en el 2003. Ángel Muñiz retorna y nos ofrece nuestro primer “road movie” y la oportunidad de creer de nuevo. Ese es el momento del segundo “boom” que tuvo años de vacas flacas pero marca el arranque definitivo hacia lo que muchos queremos soñar como “la industria”. ACROARTE incluye la categoría de “Producción cinematográfica del año” un par de años después, luego vendrán las de actor, actriz y director cinematográfico. Empiezan a aparecer producciones independientes de jóvenes realizadores tanto en corto como medio y largometraje (la Cinemateca Nacional sirvió de casa para proyectar muchas de ellas, algunas olvidables como “Masacre en el río Yuna”). De pronto pensar en cine se volvió moda… y aparecieron dos o tres que quisieron pescar en río revuelto.

En ese momento es que nos encontramos ahora. Con realizadores haciendo una película por año. Con una ley de cine que parece haber dado resultados para muchos de ellos (¿al final la derogaron o no?) Con gente que está pensando en buscar ese híbrido entre lo bueno y lo comercial. Con una Universidad Autónoma de Santo Domingo que es responsable de la formación de gran parte del talento cinematográfico de este país pese a que Ellis Pérez se niegue a aceptarlo. Hay mucho movimiento. Eso, precisamente, lo de la cantidad, es lo que –tarde o temprano- obligará a la calidad. Mientras tanto, que siga haciéndose cine. Bueno, malo o de Roberto Ángel. Cronos siempre se queda con lo bueno y conservable.

Fin de la conversación.

 

Alexéi Tellerías es un periodista, escritor, gestor cultural y artista del performance. Ha escrito para varios medios escritos y digitales entre los cuales están Listín Diario y CineDominicano.net. Actualmente es cordinador de redacción del portal QueMasHago.com, además de su blog Catarsis Diaria.

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